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martes, noviembre 04, 2003

006. Sillón Karuseli, Yrjo Kukkapuro, 1964 

Creo que de no tenerlo no “amaría” este sillón... pero tuve la bendita suerte de encontrármelo un día en la calle... Bueno, no exactamente. Tuve la fortuna de encontrármelo dos veces en la calle. La primera vez debió ser en otoño o invierno del 98... lo sé porque iba a una cena a un sitio fino con mi ex (el joven marqués de L.) y yo me acuerdo que iba todo de negro y con el chaquetón de nobuk negro... bueno, pues en un container al lado de casa vi la peana más divertida del mundo, con forma de trebol de 4 hojas (más o menos) y, aunque me paré a echarle un vistazo, no pude hacer nada: llevaba el tiempo justo y no me iba a poner perdido con todo el yeso que lo cubría... y me fui con la esperanza de que, a la vuelta, estaría todavía allí. Vana esperanza: ¡¡¡estas cosas no duran ni media hora en la calle!!!

Total, el tiempo pasó y mi relación con el joven marqués de L. se fue al garete en la primavera del 99 (era demasiado íntimo de las señoritas Moskovskaya y Stolisnaya y de Mr. Gordons –aunque curiosamente se llevaba fatal con el señor Larios, por no hablar de Mr. Walker, Johnny Walker-). Y en agosto de ese año conocí a mi ActionMan, que andaba de turista por España con su guía Spartacus debajo del brazo. Un año más tarde decidí dejar España para intentar mi primera aventura americana y, un par de semanas antes de la mudanza me volví a encontrar el sillón en la calle... esta vez ví cómo unos vecinos ecuatorianos del portal de al lado la utilizaban para guardar el sitio que dejaría, al irse, su furgoneta. Por supuesto que yo pensé: lo siento hermosos, pero el sitio os lo quitan, porque en en cuanto la fregoneta dio la vuelta a la esquina agarré el sillón y me lo subí a casa... labor casi imposible con el tamaño que tiene el puñetero y lo estrecha que era la entrada a la casa.

Para entonces yo ya sabía que se llamaba Karuseli y que había sido diseñado por el finlandés Yrjo Kukapuro en 1964, y desde luego, no iba a perder la oportunidad de tener un sillón que había visto en internet que valía... 3000 euros (o más). Eso sí... la tapicería en polipiel está hecha un asco y le falta un “mordisquito” en una de las palas de la base... ¿2000 euros entonces?

Pero no es por el valor económico por lo que adoro este sillón... es por su diseño y lo cómodo que es, de verdad, que no os podeis hacer una idea... cuando tenía invitados en casa, casi casi había tortas por sentarse en él.

Se dice que la forma se la dio el señor Kukkapuro sentándose en un montón de nieve y copiando luego la forma en fibra de vidrio (por lo que se adivina que el senor finés este debe medir lo menos 1’90) . Lo mejor de este asiento es la libertad de movimiento y postura que permite... en cuanto al movimiento, es rotatorio sobre la base, pero al mismo tiempo bascula sobre los amarres metálicos de la horquilla que une la base con la concha del asiento (señoras y señores argentinos, no se cachondeen) y en cuanto a la postura... te puedes hacer un ovillo dentro si lo deseas, te puedes poner de lado... estirarte... y siempre estás cómodo.

Es de las muchas cosas que me gustaría traerme de España cuando mi situación se solucione... eso sí, debería encontrar alguien que me lo tapice antes... en fin, esa es otra guerra.

Tengo estos nuevos y de enetation (ya sabeis lo que pasa con él), estos otros

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